miércoles, 17 de febrero de 2010

Lo que necesitamos...



Es una evidencia que España se hunde a pasos de titán, pero lo que resulta aún más preocupante es comprobar que el futuro no es nada esperanzador. Una de las principales razones es, como ya hemos apuntado en alguna ocasión, el rotundo fracaso del sistema educativo español. Ya no es sólo que cada año decrezca el número de alumnos universitarios matriculados, así como el de aquellos que se licencian -ahora gradúan- con éxito, o que las tesis doctorales presentadas sean muchas menos que hace tan solo quince años, sino que cada vez los titulados, sea cual sea su edad, nivel y tipo de formación, están peor preparados que hace una década. Es decir, es un hecho que cada generación que pasa los españoles son más tontos.

Ya el último informe PISA elaborado por la UE en 2007 alertaba de que la educación española sólo es empeorada por las de Malta y Portugal y, probablemente, éstas nos habrán adelantado a finales de 2010. Los datos son demoledores:
- Tres de cada diez alumnos de ESO (31%) jamás se gradúan, cuando en la UE el porcentaje medio actual es del 14’8%, y en España era del 35% hace ya 30 años.
- De los que sí se gradúan, uno de cada tres alumnos (32%) no continúa estudiando absolutamente nada.
- Y de los que sí continúan estudiando (en Bachillerato o FP), cuatro de cada diez jamás concluyen sus ciclos (40%).
- A nivel universitario la cosa no mejora: el 30% de los alumnos abandona antes de acabar la carrera sea esta de tres, cuatro, cinco o seis años.
- Y si nos vamos a la población adulta nos espeluznamos, si cabe aún más, al comprobar que el 45% de los españoles nunca lee. Y todo pese a las enormes campañas de fomento de los hábitos de lectura. Y no queremos entrar a analizar la calidad de las mismas.

O lo que es lo mismo, de cada 100 alumnos que empiezan la ESO, tan sólo 25 llegan a la Universidad o a FP Superior, y de ellos sólo concluyen su formación 16. Es decir, nos encontramos a años luz de alcanzar en todos los niveles educativos el porcentaje máximo de fracaso escolar que se marcó el Consejo de Ministros de Educación de la UE en 2002: el 10%. Y no es que el nivel de exigencia haya subido, sino más bien todo lo contrario, se sitúa en el más bajo de la historia de la educación. Si a eso le sumamos que un amplio porcentaje de los que sí se gradúan en ESO lo hacen por imperativo legal, el panorama aparece apocalíptico.

Dicho informe, a diferencia de los pocos medios que en su día se hicieron eco de él, carece de complejos y no silencia las causas y responsables de este caos: la implantación de la LOGSE-LOE, la llegada descontrolada de inmigrantes, y el abandono escolar prematuro. Atiéndase al segundo de los motivos: en países como Italia o Alemania, donde el índice de fracaso escolar ronda tan sólo el 15%, la mayoría de los hijos en edad escolar de inmigrantes recién llegados no dominan la lengua del país, ¿por qué, en cambio fracasan en España cuando la inmensa mayoría de los que llegan hablan perfectamente español?.

A nuestro modo de ver, las causas que nos han llevado a esta situación límite son las siguientes:Primeramente y sobre todas la demás cosas: la sectárea casta política española, capaz de elaborar tres leyes educativas en apenas quince años. Nadie parece querer ponerle el cascabel al gato, quizá porque todos se saben responsables de que éste ande moribundo. Por un lado, a la izquierda parece valerle con su conocida actitud de propaganda-marketing: maquillar las cifras, si es necesario, por ejemplo, permitiendo el acceso al bachillerato hasta con 12 asignaturas suspensas de ESO. Además, Zapatero le echa la culpa a las generaciones anteriores (demasiado bien preparadas –suponemos-) y el Ministro Gabilondo habla de ampliar la educación obligatoria hasta los 18 (¿y por qué no hasta los 40?), imaginamos que para disimular las cifras del paro, ampliando además el Bachillerato a tres años.

La derecha, por su parte, dice que la culpa es del modelo impuesto por los socialistas, cuando ellos tuvieron ocho años para reformar un sistema que ya entonces no funcionaba, y no hicieron absolutamente nada nuevo (Rajoy y Aguirre fueron Ministros de Educación); es más, la LOCE, que no llegó a entrar en vigor, se basaba en los mismos principios psicopedagógicos y sociológicos sobre los que están construidas su predecesora la monstruosa LOGSE y la actual LOE. Igualmente, las asociaciones de padres cercanas al PP critican el megaproyecto zapateril de dotar a todas las aulas de un ordenador por cada alumno, reclamando lógicamente reformas más profundas, pero aplauden, en cambio, el snobista plan de Esperanza Aguirre de imponer el bilingüismo Castellano-Inglés en colegios e institutos de la Comunidad de Madrid. Me detendré brevemente en ello:

Este proyecto (presente en otras comunidades, pero no hasta los niveles alcanzados en Madrid) establece una red de centro de enseñanza en los que todas las asignaturas, excepto Matemáticas y Lengua-Literatura, sean impartidas en inglés; es decir: Ciencias Sociales e Historia en inglés, Ciencias Naturales y Biología en inglés,... etc. Los encargados de hacerlo serán los maestros y profesores que hayan superado una serie de pruebas y cursos de Lengua Inglesa, ayudados –en teoría- por profesores de apoyo angloparlantes. Hasta el momento en la CAM ya hay más de 250 colegios bilingües (públicos y concertados), y el curso próximo se unirán unos 40 institutos.

Esta idea tan “chic” de enseñar en inglés a los niños madrileños lo que son incapaces de aprender en castellano, es una apuesta personal de Esperanza Aguirre, cuyos servicios de propaganda han convencido a miles de padres madrileños de que con este sistema sus hijos cuando acaben la ESO van a saber hablar inglés como un tipo de Michigan y estarán, así, mejor preparados para afrontar estudios superiores o para encarar la vida laboral con mayores espectativas. No sabemos si esto será así -permítasenos que lo dudemos-, pero sobre lo que no cabe la menor duda es que los jóvenes de Madrid que se acojan a este experimento pedagógico acabarán la ESO sin haber asimilado prácticamente nada de Historia, ni de Filosofía, ni de Tecnología... Si no saben formular química en castellano ¿cómo narices pretenden que aprendan a hacerlo en inglés?. ¿Para qué quiere saber inglés, ruso o tagalo, alguien cuya máxima aspiración profesional es acabar trabajando en la peluquería que mamá tiene en Carabanchel?. Y si de aprender idiomas se trata, ¿por qué no aprender la Historia en francés, la Biología en alemán y la Física en swahili?, ¡saldrían mejor preparados que yéndose a Zürich!. Es más, ya puestos con las lenguas, ¿por qué no aprender algo más de Latín?.

La verdad es que éste es un palito más en la maltrecha rueda de la educación española, que necesita de reparaciones urgentes y no de más medidas populistas. Y lo parece probar el dato que señala que el fracaso escolar se ha disparado en la Comunidad de Madrid en los últimos años, unas de las que mejor educación ofrecía en España hasta hace poco más de un lustro, y una de las que peor lo hace en la actualidad. Este deterioro, también debido a la inmigración masiva y descontrolada –todo hay que decirlo-, sumado a la falta de inversiones es visto por las fuerzas de izquierda como un paso más en un criptoproyecto liberal encaminado a erradicar la enseñanza pública de la comunidad y su lenta sustitución por un modelo privado-concertado basado en el cheque escolar. Puede que estén en lo cierto. Como fuere, volvamos al hilo.

Una segunda razón de este fracaso, no menos importante y relacionada íntimamente con la anterior, es, sin lugar a dudas, la gris escala de valores que mueve al hombre postmoderno. Éste ha reducido la educación a su faceta más funcional, enfocada a la formación prelaboral, despreciando su lado más prosaico y espiritual. Por esa razón las humanidades, cuya función es precisamente esa: humanizar al alumno, cada vez han sido más arrinconadas: el Latín, la Historia del Arte, la Filosofía,... son por ello bultos sospechosos en un sistema tan positivista y pragmático. Y ésta es una rueda sin fin, pues alumnos más deshumanizados no crearan sino un mundo y sistemas educativos menos humanos. ¿Casualidad?. De momento ZP acaba de anunciar mediadas para fomentar los estudios científico-tecnológicos.

Este hecho tiene, a su vez, un trasfondo socio-ideológico muy evidente que corre paralelo al desprecio de las Humanidades. La crisis que sufrimos es, ante todo, una crisis moral, y al igual que España sufre como nadie la crisis meramente económica, también nuestro país es en el que más nítidamente podemos apreciar lo vil y egoísta que puede llegar a ser el ser humano. Todos hemos visto como en las últimas décadas gentes sin ninguna formación y sin el más mínimo talento empresarial o intelectual, y, lo que es peor, con ninguna dotación moral, se han hecho multimillonarias y/o famosas a base de actuaciones especulativas y de esperpénticas apariciones televisivas; lo que han dado en llamarse, respectivamente, de forma popular la “cultura del pelotazo” y la “cultura del famoseo”. En cambio, como ahora, las listas del desempleados del paro estaban cada vez más engrosadas por cientos de miles de diplomados y licenciados sin ningún futuro laboral; ni siquiera un Master era, ni es, garantía de nada. En este contexto la ecuación es de primer grado. Es difícil convencer a nadie de que se sacrifique, cuando no va a obtener ningún tipo de recompensa a cambio. Si además institucionalmente a un alumno se le permite promocionar de curso con apenas un microesfuerzo, pues ya hemos despejado la incognita de la ecuación: ¿para qué estudiar si me van a aprobar igual?, ¿para qué estudiar si, aunque suspenda, uno se puede hacer millonario o famoso –quizá como papá o mamá- más fácilmente y con apenas empeño, estando tirado en el sofá?.

Es muy triste entrar en una clase de 4º de ESO con treinta alumnos de 16 ó 17 años que están a punto de acabar su escolaridad obligatoria, y que apenas cuatro de ellos sepan lo que quieren hacer con sus vidas al año siguiente. Es muy triste que de los veintiséis despistados la inmensa mayoría afirmen aspirar a ser “jugadores del Real Madrid”, “modelos”, "cantantes", “actrices” o, directamente “famosos” y “estafadores”. No es la “generación nini”, es la “generación niqui niqui”, pues ni quieren estudiar, ni quieren trabajar: sólo quieren hacer dinero fácil para satisfacer sus caprichos materiales y sus muchas frustraciones emocionales. En realidad, ni quieren nada, ni tienen inquietud por nada; son la perfecta masa eternamente inmadura. Les han fabricado así.

La LOGSE, la LOE (y también la LOCE), por supuesto, tienen su gran parte de responsabilidad en esta desmotivación y descontrol, pues están elaboradas conforme a unos principios psicopedagógicos errados, que ni son principios, ni son pedagógicos. Unos planteamientos igualitaristas radicales, planteamientos utópicos, alejados totalmente de la realidad social, engendrados por una serie de psicólogos muy cercanos ideológicamente al marxismo y al freudismo; buenistas todos.

Los expertos establecen en cuatro los años necesarios para que una nueva ley educativa comience a dar resultados. En España llevamos ya 15 con la LOGSE-LOE y vamos para atrás, cuesta abajo y sin frenos. ¿Cuánto tiempo más necesitamos para aplicarla con efectividad?, ¿o cuánto tiempo más para que aceptemos que son un gigantesco fracaso?. Pocos son ya sus defensores; pero aún, los más extremistas –sus ideólogos-, incapaces de practicar un mínimo de introspección, arguyen que ambas leyes no se han podido desarrollar por falta de recursos económicos. Y digo yo, ¿por qué no le exigen, entonces, un PlanE (con E de Educación) a su querido y dadivoso presidente?, ¿o es que en este país sólo hay dinero para prestárselo a los bancos, y para levantar aceras, cavar zanjas, rellenarlas y volverlas a vaciar?. Lo de la educación es también una urgencia, probablemente, la mayor.

Pero si ni unos ni otros quieren solucionar el macanudo problema, del que además son creadores, por algo será.

Además de la ley, no pocos padres también son parte del lio, pues, además de elegir “libremente” a la casta política que nos pastorea, son ellos los que más han hecho por restar autoridad al profesorado, desautorizando sus medidas, minusvalorando su trabajo, contraviniendo sus consejos y sobreprotegiendo a sus hijos. No hablo de agresiones puntuales, sino de socavar diariamente el trabajo de los profesionales de la educación con simples comentarios y actitudes, afeando ante los niños su papel como educadores, o directamente pasando de participar en la educación de éstos. Por eso, los centros educativos se han convertido en centros asistenciales, donde los alumnos ya no van a estudiar, sino a pasar la mañana.

Difícil es que nosotros ofrezcamos soluciones posibles, ante todo porque no hay ninguna voluntad de afrontar el problemón por parte de los resortes del poder, como, por otro lado, es lógico. En primer lugar, debería darse un profundo cambio en los valores que mueven al hombre, algo que, sin embargo, como hemos comprobado recientemente con la crisis financiera, en la que se han puesto parches a los escapes, pero no se ha cambiado lo fundamental (el espíritu podrido del sistema), nadie tiene intención de corregir.

Por otro lado, debería haber un pacto de Estado sobre Educación, pero que no sólo involucrase a las fuerzas políticas, sino en el que se inmiscuyeran todo tipo de fuerzas sociales, y también las omnipotentes fuerzas mediáticas. Estas últimas tienen un altísimo grado de responsabilidad en esta catastrófica situación. Por poner un ejemplo, de nada sirve que el sistema educativo redoble sus esfuerzos y gaste millones de euros en educación sexual, si luego una "cadena amiga" produce y ofrece en "prime time" una serie de TV que muestra el embarazo infantil como algo que mola un montón y que puede utilizarse como arma reivindicativa o como reclamo parental.

La educación no es cosa de unos pocos, es cosa de todos, y, o todos remamos en la misma dirección, o el barco irá a donde le lleve el viento... y todos sabemos quién hace las veces de Eolo en esta historia. En definitiva, debería haber una auténtica revolución socioeducativa, una revolución precisamente en contra de aquellos "revolucionarios de trapillo" que han copado el sistema, sus cátedras y sus consejerías, una revolución en contra de sus esquizofrénicos planes de psicoingeniería social. Ellos ya nos han demostrado qué "otra educación es posible": la educación del caos, la violencia en las aulas, el fracaso y abandono escolar, la desmotivación, la mediocridad,....

Por desgracia, esta situación no difiere nada de la situación económica por la que pasamos actualmente, de hecho es un agravante más. La economía española no tiene ningún futuro a medio plazo porque nuestra clase política nos ha dejado sin industria propia, convirtiéndonos en un país de camareros y de albañiles, algunos de ellos metidos a hosteleros y constructores, pero también son culpables de habernos dejado sin trabajadores cualificados.

Por eso, quizá nunca haya sido tan potencialmente fácil destacar entre la masa. Por eso es el momento de esforzarse más que nunca y de intentar ser el mejor de la promoción en el Instituto o en la Universidad. Nunca los niveles de exigencia han sido tan bajos, y nunca la competencia tan escasa y tan mal preparada. Por eso, ahora que algunos ya estáis de exámenes, os recordamos que necesitamos abogados y jueces, que necesitamos arquitectos e ingenieros, maestros y profesores. Necesitamos empresarios e industriales. Necesitamos médicos y enfermeros. Necesitamos informáticos. Historiadores, filósofos, músicos y poetas. Necesitamos gente capaz de sacrificarse, de innovar, de crear, de idear, de fabricar. Necesitamos gente capaz de luchar. Si se es consciente de ello, nunca una generación lo tuvo más fácil para convertirse en una auténtica elite aristocrática.

La revolución empieza por uno mismo.

Mozarabivs

EducaBITIBAjK

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